El “Decálogo del Buen Emprendedor”

Estrategia y Desarrollo 16 de abril de 2023 Por Marcelo Carbone
El 16 de abril es el Día Mundial del Emprendedor y el CEO de Pertix Tech reflexiona sobre las características que comparten los individuos de esta profesión.
El decado del buen emprendedor
El “Decálogo del Buen Emprendedor”

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Aunque no lo sepamos a ciencia cierta, la “profesión” de Emprendedor es muchas veces un trabajo abnegado, mediante el cual el sujeto trata denodadamente de encontrar soluciones a problemas que otros no ven, o que simplemente no les importa resolver. A modo de festejo del Día Internacional del Emprendedor, me gustaría poner en palabras las características que nos definen, tratando incluso de hacer una suerte de causa común, o que al menos este compendio nos ayude a auto-referenciarnos.  

Como emprendedores, lo primero que nos debemos a nosotros mismos es el reconocimiento del valor de nuestra actividad, porque es dicho valor lo que nunca ponemos en evidencia, y siempre tiende a quedar oculto tras las bondades de aquello que creamos. Nos cuesta reconocer que nuestra vida dista de ser fácil.

Tener un ingreso disponible el último día del mes, o los primeros cinco del mes próximo, es un lujo que sabemos que no gozaremos. Somos padres y madres abnegados, ya que todos los sacrificios están orientados a nuestro proyecto, como si fuera un hijo más. Nos desvelamos al menos noche por medio, buscando soluciones alternativas a aquello que no podemos resolver, o incluso que sabemos que puede hacerse de una mejor forma. Y en medio de todas estas cuestiones vemos imprescindible apartar una parte de nuestro tiempo para ayudar a otros que están en nuestra misma posición. Todo eso es parte del “Decálogo del Buen Emprendedor”.

Por todo eso, en virtud de la comprensión de lo que nos pasa, y la confirmación de que estamos en el buen camino emprendedor, estas son algunas de las características más salientes de ese guerrero de mil batallas, al que en inglés se le llama “Entrepreneur”:

¿Nos parecemos a Don Quijote de la Mancha?

Te sientes “solo e incomprendido” la mayor parte del tiempo: la forma en que nos ensimismamos en nuestra misión y la de nuestro proyecto, nos deja muchas veces con un sentimiento de soledad que solo otro emprendedor puede entender. Si usáramos una alegoría literaria, seguro que nos pareceríamos al hidalgo caballero Don Quijote de la Mancha, pero sin Rocinante, sin Sancho y sin siquiera el burrito de nuestro rechoncho escudero. No te entiende tu madre, ni tu pareja y a veces ni tus colaboradores.

Trabajas en el proyecto hasta cuando duermes: nuestra mente no para ni para dormir, y es normal que nos despertemos con la seguridad de haber soñado con el proyecto gran parte de la noche, aunque esto sea incomprobable.

Estás obsesionado con solucionar un problema que tú no tienes: Los problemas que deseamos resolver no siempre nos tocan ni de cerca, pero nuestro proyecto nunca prescinde de ese halo de solidaridad que nos lleva a dar respuesta a preguntas que nosotros no hacemos, sobre nuestra propia vida.

Te cuesta encontrar los beneficios de emprender, cuando tratas de explicar tu situación a una persona que nunca emprendió: uno de los mayores incordios que se nos pueden presentar, y de hecho se nos presentan muy frecuentemente, es tratar de justificar por qué teniendo un trabajo estable en una empresa en la que se te respetaba (o no), tomamos la decisión de saltar de la zona de confort para hundirnos en el profundo fango de la incertidumbre.

Eres feliz incluso cuando el proyecto no sale como esperas: remitiéndonos al punto anterior, pareciera que la única felicidad posible para aquellos que no entienden la nuestra, radica en la seguridad de un salario ajustado por paritarias con “cláusula gatillo”. Partiendo de esa base, ¿cómo les haríamos entender que fallar repetidas veces, tratando siempre de aprender en cada fallo, constituye una fuente de felicidad a prueba de escépticos?

Si dibujaras la fluctuación de tus estados de ánimo, el gráfico resultante sería parecido a un electrocardiograma: hasta nuestra peor derrota, y el consiguiente descenso del ánimo hasta el cuarto subsuelo, puede subsanarse inmediatamente con una muy pequeña buena noticia, disparando nuestro humor hasta el penthouse. ¡Y lo más extraordinario es que esto puede pasar varias veces al día!

Aún en los malos momentos no te replanteas la decisión de emprender: como si se tratara de una práctica antiquísima de masoquismo, hasta en el preciso instante en el que reconocemos que nuestro proyecto está por zozobrar, estamos haciendo planes para un nuevo proyecto.

Si con la mayoría de estas características te sientes identificado, debes saber que no estás solo, y a la vez que no eres al único al que le pasan éstas cosas. Nuestro camino es difícil, el resultado es siempre incierto, y los fines rara vez justifican los medios. No escribí estas líneas para que sean entendidas como una “Loa al Emprendedor Abnegado”, sino como un impulso de poner en blanco y negro aquello que nos hace diferentes (no mejores) y necesarios. 

¡Emprendedores a emprender! Esa es nuestra misión en la vida; un dogma profundo, confuso y a la vez reconfortante que hace que nuestra zona de confort sea la ausencia de confort.

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